Tarda y no llega. Cuando el tiempo y la indiferencia matan.
Por Florencia Cornú
El tiempo todo lo cura y la justicia tarda pero llega. Tal vez sean éstos los lugares comunes más alejados de la realidad de los pacientes que necesitan un tratamiento. Cuando la resolución de una situación llega tarde ya no es justa, no es la debida, no tiene el efecto necesario. El tiempo es un veneno para el que el único antídoto es la diligencia.
En estos días otra persona pagó con su vida que el Ministerio de Salud Pública no asuma su responsabilidad respecto al acceso a los tratamientos médicos necesarios para aquellos pacientes que no pueden acceder a ellos por sus propios medios. La resolución llegó cuando la paciente había fallecido, luego de que hubieran transcurrido más de 40 días desde una solicitud urgente. Muchos querrán pensar que, dada la gravedad de la enfermedad, hubiera muerto de todas formas, pero ése es un aliciente que solo una conciencia muy liviana puede admitir. La verdad, dolorosa y que no debería dejar dormir a los que contribuyeron a este descenlace, es que si el medicamento hubiera estado disponible cuando el médico lo indicó, por lo menos 42 días antes de su muerte, la paciente hubiera tenido una oportunidad. Probablemente no se hubiera curado pero es posible que hubiera vivido más tiempo, que su calidad de vida hubiera sido diferente. Y, si la muerte la hubiera alcanzado de todas formas, antes o después, habría muerto sabiendo que había hecho todo lo posible. Y cuando hablamos de lo posible no hablamos de tratamientos experimentales o “cosas del primer mundo”. Hablamos de tratamientos que hoy están disponibles y al acceso de todos los compatriotas que pueden pagarlos. De eso hablamos.
No conocí a Adriana. Pero, a miles de kilómetros, puedo imaginar lo que atravesó, puedo sentir lo que su familia hoy debe estar sintiendo: saber que había algo que pudo haberse hecho y no se hizo. Lo imagino, lo siento, lo sé, porque muchas veces tuve frente a mi a personas en su situación. Lo sé porque cuando uno decide tomar la mano y caminar junto a un paciente, como abogado, como médico, como ser humano, esta persona deja de ser nuestro trabajo simplemente, se convierte en parte de lo que nos mueve y nos impulsa a seguir. Lo se porque cuando a Ricardo le negaron el tratamiento luego de que un tribunal, por tres votos contra dos, revocara su sentencia, empezamos a recorrer varias veces los pasillos del Ministerio de Salud Pública. Nos encontramos con la soberbia de un Ministro, el Dr. Venegas, que nos despidió con desdén: Yo estoy para ocuparme de la salud de tres millones, no de uno, me dijo. Y recurrí por carta al Presidente Mujica, que me contestó en forma inmediata, asegurándome que se ocuparía del tema y que solo debía contactar al Sub Secretario, en ese entonces el Dr. Briozzo. Y recurrí, y se negó atenderme muchas veces. Y un día lo intercepté en un pasillo y entonces me dijo que no, que no había nada que pudiera hacer contra la decisión del Ministro. Y entonces Ricardo se entregó, no quiso pelear más. Y yo varias noches me pregunté si había algo que pude haber hecho y no hice. Y volví muchas veces sobre el expediente, buscando mi errror. Volví muchas veces sobre mis gestiones, buscando qué me faltó hacer. Y recordaba la mirada de Ricardo, y cómo se había comenzado a sentir mejor cuando la sentencia de primera instancia le habilitó el uso del fármaco y pudo volver a salir a la calle, y tuvo ganas de jugar con sus nietos. Y me interpelaban los ojos de su hijo, que no entendía que su padre se fuera a morir sin tratamiento. Y Ricardo murió. Y desde ese día yo lo tengo conmigo todos los días, porque su muerte me pesa aunque no haya sido ni mi firma, ni mi soberbia, ni mi falta de diligencia la que le negó la oportunidad. Aunque cada uno de los que contribuyeron a su muerte tengan nombre y apellidos. Esto no es Fuente Ovejuna, no. Aquí hay responsables. Y algún día alguien tendrá el tiempo, el espíritu, la fuerza, los recursos y los llamará a responder por sus actos y omisiones. Y ese día no será justicia, porque será tarde para Adriana,para Ricardo, para los muchos a los que la oportunidad se les niega en forma cotidiana. Pero será un comienzo. Tal vez sea justicia para los que vendrán.
A la familia de Adriana, mi solidaridad. A los colegas que trabajaron en su caso, a seguir que hay mucho por hacer. A los Senadores y Diputados que con mano de yeso votaron los artículos de la Ley de Presupuesto redactados por el Ministerio de Salud Pública para mejorar su performance en los juicios, los compadezco porque si tienen algo de conciencia sabrán cuál es su participación en este descenlace. Para el Ministro de Salud Pública, para aquellos cuya falta de diligencia o ausencia de empatía contribuyen y gravitan para que el proceso administrativo “abreviado” pueda tomar 42 días para producir una resolución favorable… para ustedes ya no tengo palabras.
http://subrayado.com.uy/Site/noticia/57931/msp-autorizo-farmaco-a-paciente-con-cancer-dos-dias-despues-de-su-muerte