Denuncian incentivos inapropiados a los médicos pero castigan a los pacientes
Uno de los argumentos frecuentemente escuchados es que los médicos reciben “incentivos inapropiados” por parte de la industria farmacéutica.
Se plantea que quienes indican medicamentos han obtenido la información de su existencia y aplicación a través de publicaciones financiadas por la industria farmacéutica o de congresos a los que asisten en viajes pagos por los laboratorios. De esta manera, sugieren, la demanda de medicamentos de alto costo sería creada artificialmente por la,algunas veces sutil y otras explícita, maniobra de la industria farmacéutica, operando directamente sobre los médicos.
Una supone que la ética que debe regir en el desempeño de la profesión médica debería impedir que un profesional indicara un medicamento de alto costo, que tiene seguramente efectos secundarios, sin que esta indicación fuera pertinente, con el objetivo de beneficiar al laboratorio que produce o importa ese medicamento.
En mi experiencia profesional, como abogada, muchas veces me hice esa pregunta. En las decenas de casos en los que intervine, nunca tuve dudas de que el médico que tenía enfrente estaba convencido de estar haciendo lo mejor por su paciente. Pero no soy ingenua ni creo que el mundo se reduce a mi experiencia personal. Tal vez, eso que tanto afirman, sea cierto en algunos casos.
Y entonces me pregunto, o mejor dicho, les pregunto a quienes pasan sembrando dudas sobre la ética profesional del prójimo, un día si y otro también:
Por qué, en vez de proyectar tres artículos en la Ley de Presupuesto para limitar el acceso a medicamentos a los pacientes, no proponen una norma para limitar esos incentivos?
La respuesta que me he dado es que el hilo se corta por la parte más fina y es más fácil limitar derechos a los enfermos que lidiar con la industria farmacéutica o las corporaciones médicas.
Se escuchan alternativas.
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